EDUCACIÓN Y SENSATEZ

La educación, al menos desde que el gran pedagogo Sócrates intentara alcanzar la sabiduría provocando partos entre sus discípulos y detractores, siempre se ha producido por la interacción entre los seres humanos, por el encuentro del sabio con el ignorante, del instruido con el inculto, del versado con el iletrado, o, en resumen, del maestro con el alumno.

martes, 15 de diciembre de 2015

Un mundo feliz o las promesas utópicas de los nuevos profetas educativos





En el siglo XIX surgieron varios movimientos que Engels denominó “socialismos utópicos”, ya que quería diferenciarlos de su utopía comunista, que él consideraba “científica”. Todos esos movimientos intentaron crear una sociedad perfecta en la que la igualdad acabara con la opresión.
Criticaban la sociedad capitalista y la estructura industrial, y que los patrones (empresarios) considerasen a sus trabajadores como meros números de su cadena de montaje. No les faltaba parte de razón, pero ninguno de aquellos experimentos acabó bien, ni siquiera el pretendido “socialismo científico” de Marx y Engels. Lo curioso  del tema es que hoy se repite el esquema a nivel educativo. Creo que podríamos hablar de “pedagogías utópicas”. De hecho, la crítica de Sir Ken Robinson al sistema educativo se parece peligrosamente a la crítica de aquellos socialistas utópicos. Y, si apuramos, Robert Owen proponía como solución el “socialismo cooperativo”, que me recuerda mucho a lo que ahora se denomina “trabajo cooperativo”.
¿Cuál fue el problema de aquellos bienintencionados hombres? Creo que, básicamente, se equivocaron al considerar dos cosas: 

1)      La bondad del ser humano no depende necesariamente (ni siquiera contingentemente) de un entorno igualitario. Por tanto, la buena convivencia no dependerá tampoco de los métodos, no es eso lo que marca la diferencia.
2)      No existe ni puede existir un mundo perfecto e ideal. O, como decía aquel grafiti, “quien busca el cielo en la tierra, se durmió en clase de geografía”.

Y, esencialmente, se equivocaron al juzgar la realidad desde un solo prisma, que es lo que ocurre con las nuevas “utopías pedagógicas”. También ellas se estrellarán contra la realidad. O, en palabras de Chesterton, “he llegado a la conclusión de que existe una absoluta falacia contemporánea sobre la libertad de las ideas individuales: que tales flores crecen mejor e incluso más grandes en un jardín, y que en pleno campo se marchitan y mueren”.
Entre las lecturas que seleccioné para el verano pasado, un buen amigo me prestó una joya de F.J. Sheed, titulado Sociedad y sensatez. Con un lenguaje sencillo, aporta muchas claves para plantearse a fondo y desde el fondo cuestiones importantes. Creo que a los “pedagogos utópicos” de hoy en día les vendría bien leerlo para no caer en los mismos errores de aquellos “socialistas utópicos”. He aquí un ejemplo:

"Preparar a los hombres para la vida no sólo sin saber lo que es el hombre ni lo que es la vida, sino incluso sin dar importancia a estas cuestiones, en realidad sin habérselas planteado nunca, es la cosa más extraña que se pueda imaginar. Sin embargo, a la gente no le impresiona. El que hasta tal punto deje de extrañarles indica lo poco que se piensa en las cosas más fundamentales". (F.J. Sheed, Sociedad y sensatez, ed. Herder 1963, p. 10)

Pretender crear escuelas donde el objetivo sea que rezume alegría y felicidad por todas partes, es intentar crear un mundo perfecto e ideal que no existe. Pretender que una o varias metodologías sean definitivas para arreglar todos los problemas, equivale a desplazar a las personas a un segundo plano, cuando la persona es precisamente el objetivo prioritario de la educación.

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